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Los colores de la piel

César Paz-y-Miño. Academia Ecuatorina de Medicina. "Los colores de la piel", Revista Conexiones, El Comercio.

El color de la piel juega un importante papel en la vida de los humanos. El color original de los primeros humanos africanos, hace un millón de años, fue el obscuro y así se mantuvo hasta que los homo sapiens modernos salieron de África; desde hace unos 50 mil años ha cambiado intermitentemente de claro con sus variantes a obscuro con sus variantes y viceversa, relacionado al ambiente en que vivieron las poblaciones y las adaptaciones a nuevas exigencias.


Existen al menos 230 colores de piel, clasificados en al menos seis tipos: blanca-pálida, marfil-vainilla, beige-durazno, oliva-cobriza, marrón-canela, negra-ébano. Estos colores se dan por el juego de al menos 36 interacciones de genes, según la escala conocida con el nombre de Von Luschan.


Básicamente el color de la piel se produce por la presencia de células que generan pigmento, llamadas melanocitos que generan la proteína melanina que, al acumularse en las células de la piel (queratinocitos), en mayor o menor cantidad, programa el color final.

Desde el punto de vista de la teoría sintética de la evolución (suma de la teoría evolutiva darwiniana más los datos genéticos), el color de la piel es el resultado de una intrincada relación adaptativa entre el número de melanocitos con la cantidad de su pigmento melanina, la cuantía de exposición a los rayos ultravioleta (UV), la producción de vitamina D, el metabolismo del calcio y la disponibilidad de ácido fólico.


En términos generales, se aplica a la evolución del color de la piel en la Tierra, que las zonas ecuatoriales acumulan individuos con pieles obscuras porque están expuestos a altas cantidades de rayos UV. Las pieles más claras prevalecen en las zonas menos expuestas a UV, sean meridionales, septentrionales o australes.


A menor cantidad de rayos UV, la piel se aclara para absorber estos rayos indispensables para el metabolismo de la vitamina D y la calcificación de los huesos, así como el suministro de ácido fólico que protege al ADN y a la reproducción celular normal. Una piel muy obscura que no tenga suficiente exposición a rayos UV, funcionará mal y puede enfermar a la persona. Si no metabolizo la vitamina D ni el calcio, padeceré de raquitismo, enfermedad que altera los hueso haciéndolos más frágiles y blandos. Si no cuento con suficiente ácido fólico, desarrollaré anemia. Entonces debo tener un equilibrio perfecto entre estos factores para sobrevivir.


Pero las cosas no quedan ahí. Si tengo una piel muy clara o blanca-pálida, tendré una sensibilidad extrema a la insolación, nula capacidad de bronceado y muy poco factor de protección solar, lo que pone en riesgo a la piel que se quemará o desarrollará un cáncer. En una piel así, los UV dañan el ADN, escasea el ácido fólico que protege al material genético, se producen mutaciones irreversibles y se instaura el cáncer. Como se anotó, la piel muy obscura sin UV también será un problema por el raquitismo. Así, la mejor piel es la que permite que los UV no enfermen la piel, que proporcione adecuado suministro de vitamina D, que calcifique los huesos y que almacene y ponga a disposición ácido fólico que garantice el funcionamiento de todas las células del cuerpo. Falta agregar el medio en que vivan las personas: la mejor piel para los lugares con alto índice UV serán las pieles obscuras y, al contrario, para las que tengan poco UV, las pieles claras.


La piel marfil-vainilla tiene un factor de protección solar de 20/50, la beige-durazno 25/50, la olivo-cobriza 35/50, la marrón-canela 40/50 y la negra-ébano 50/50. Esto significa que los colores de la piel están diseñados en la evolución para protección, por un lado, y para funciones esenciales del metabolismo. La piel se debate entre el raquitismo y el cáncer. Mucha melanina y poco UV riesgo para los huesos, poca melanina y mucho UV, riesgo para mutaciones y cáncer.


La usencia total de melanina por una mutación de un gen específico que se hereda de los padres, produce el llamado albinismo con el riesgo antes descrito. Al otro lado están las pieles súper pigmentadas o hiperpigmentadas expuestas a alta exposición de UV, asociadas a un tipo especial de cáncer: el melanoma.


Los genes del color de la piel son varios; se denominan “poligenes”, muchos genes para una característica. Las evidencias muestran que el color de la piel puede cambiar muy rápido en la evolución y adaptación ambiental; se calcula que en 100 generaciones o sea en 2500 años podría migrarse de claro a obscuro o al contrario.


El intercambio y migración poblacional actual es tan elevado que los principios evolutivos del color de la piel no se pueden evaluar de la manera tradicional, es decir, en miles de años o estudiando genes específicos, pero la evidencia del movimiento poblacional y su relación con las enfermedades de la piel por exposición a rayos UV, están muy bien documentadas. A más destrucción de la capa de ozono, mayor exposición a rayos UV, incremento de mutaciones del ADN y más riesgos de enfermedad. La piel nos protege, pero tiene su límite.


Semanario CONEXIONES. Períodico El Comercio, Ecuador.

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