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Kamikazes infectocontagiosos

César Paz-y-Miño

El bullicio de los anti vacunas y de quienes aún sostienen la teoría de la conspiración sobre el origen malintencionado del COVID-19 y de la pandemia, ha hecho su efecto nocivo y posiblemente nefasto para la salud pública, hasta los medios se hacen eco de estas teorías temerarias.

Las noticias del mundo refieren las posiciones negacionista de la pandemia y de la oposición a las medidas de control recomendadas por los organismos de salud pública mundial y regional. Se oponen al uso de mascarillas, al distanciamiento social, a la desinfección y lavado de manos frecuente, y a la ventilación de los lugares de reunión de personas. Desconocer la pandemia y la gravedad de las muertes, es irresponsable.

Las muertes por coronavirus COVID-19 en el mundo son reales, están ya en 4 millones de personas, es decir, una tasa de letalidad mundial del 2.2 por ciento. En el Ecuador las últimas cifras de letalidad están en el 4.7 por ciento. Iniciada la pandemia, los sistemas de salud en el mundo se pusieron en aprietos o colapsaron. Hubo desabastecimiento de mascarillas, insumos médicos, relajantes musculares, alcohol, oxígeno, etc., pero nada de esto ven quienes manejan la teoría de la conspiración y niegan incluso la pandemia.

Lo más trágico es que aquellas personas que se han dejado impresionar por el movimiento anti vacuna y la teoría de la conspiración, han tenido una posición beligerante contra las alternativas y normas de salud que han permitido cercar a la pandemia de alguna manera, aunque la enfermedad no ha terminado. Se han opuesto sistemáticamente al plan de vacunación mundial. Niegan la validez de las vacunas e incluso han creado un halo de mitos y mentiras sobre las vacunas.

Entendiendo las diferencias geopolíticas e intereses comerciales de los países y los productores de vacunas, la única salida racional que tenemos por ahora, es la vacunación masiva, el control de contagiados y posibles contagios y las medidas de control social de la pandemia. Todas las vacunas son buenas, todas han mostrado ser efectivas, eficientes y seguras, por tanto cualquier vacuna que te toque o que te pongas, es la mejor vacuna y la mejor opción de salud. Pfizer, AstraZeneca, Sputnik V, Moderna, Johnson&Johnson, Sinovac, Abdala, CanSino y la que aparezca con estudios de fase 3 y que hayan sido aprobadas por los organismos competentes, son buenas, protegen la vida de las personas, bajan la probabilidad de hospitalización y muerte. Incluso ya hay datos e investigaciones de la efectividad de mezclar tipos y marcas de vacunas, es decir, una dosis de una marca y otra dosis de otra. Existen ya recomendaciones de una tercera dosis en personas con trasplantes de órganos e inmunodeprimidos. Posiblemente la población entera mundial tendrá que orientarse a una tercera dosis si las nuevas variantes del COVID-19 llegan a escapar a la eficiencia de las vacunas disponibles.

La vacunación y las medidas complementarias sociales, son la alternativa para la salud mundial. Pero los negacionistas, los anti vacunas, los opositores de la pandemia, tienen estrategias de desacreditación muy difundidas. Hay protestas sociales, rebeldía de personas que no quieren vacunarse o cumplir el distanciamiento. Estas personas se convierten, tarde o temprano, en una amenaza a la salud pública. Al no tener defensas inmunológicas contra el COVID-19, se convierten en diseminadores de la enfermedad, o son potencialmente portadores del virus y son agentes infectocontagiosos; son, por tanto, agentes de transporte de un virus letal hacia sus familias, hijos, vecinos, ciudadanía en general. Por esto, las autoridades de salud mundial y regional empiezan a poner restricciones a los no vacunados.

El 99 por ciento de nuevos casos graves y letales están entre los no vacunados, por lo que se asevera que no vacunarse podría iniciar una nueva ola de contagios. Los efectos secundarios son muy bajos 0,65 por cien mil personas, para efectos leves y de 0,075 por cien mil para efectos graves. Hay más riesgo de morir por el virus que por una trombosis.

Los países han puesto el carnet verde o carnet de vacunación; los sitios de trabajo y los lugares de concentración social o de agrupación de personas, los aeropuertos, hoteles, restaurantes, exigen cada vez más la vacunación, y es una política de salud pública correcta. Incluso hay quienes planteamos que la vacunación debe ser obligatoria, porque es la manera de proteger la salud pública, acompañada de liberación de patentes para acceso gratuito y generalizado. Si bien los vacunados al final protegerán a los no vacunados, el llamado efecto rebaño que se alcanzará cuando lleguemos al menos al 70 por ciento de vacunados, los no vacunados tendrán más riesgo de enfermarse y morir y, podrían ser unos kamikazes biológicos infectocontagiosos. ¡Vacúnate!

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