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Ecuador muestra su peor cara entre el acoso sexual, las violaciones y el femicidio


En una búsqueda rápida sobre noticias de acoso sexual y violaciones en el Ecuador, se puede comprobar datos dramáticos y los medios públicos no han dejado de encender el fuego sobre el tema. Existen 86 mil noticias sobre acoso sexual, 160 mil por violación y 23 mil por femicidio. Esto refleja una problemática real, impactante y que se la debe considerar sin duda prioritaria, aunque al mismo tiempo muestra la cara abominable de un país supuestamente de paz, religiosidad, amor y diálogo. Quiero llamar la atención del problema desde otra perspectiva.

Existen pocas investigaciones en el Ecuador sobre las causas o desencadenantes de esta calamidad social. Algunos estudios internacionales abordan esta problemática. Los trabajos de Emma Fulu y colaboradores, dentro del estudio UN Multi.country Cross-sectional Study on Men and Violence Research Team (https://goo.gl/FUiEBq; https://goo.gl/AJNcZB), presentan datos de violencia y los factores asociados, en Asia y países del Pacífico. Las conclusiones son interesantes en especial por el número de hombres encuestados: 10.178, con edades entre 18 a 49 años.

Los resultados muestran que entre el 4% y el 25% de analizados, se engloban en la llamada violencia de pareja, aunque existen zonas en donde esto llega al 80%. Las explicaciones son varias y van desde el bagaje cultural, hasta experiencias traumáticas de la infancia, consumo de alcohol o drogas, depresión y desadaptación social, pobreza, limitada educación, desplazamiento e implicación en grupos violentos o guerras; pero, adicionalmente, algo que no se expone con claridad en este análisis, está relacionado a factores conocidos como: discriminación étnica, ambiente desfavorable, limitación en acceso a servicios; en suma: desadaptación ante el estrés social.

Solamente en cuanto a la violación fuera de la pareja y provocada por un solo individuo, las cifras son abrumadoras. Los entrevistados que declaran haber violado a una sola mujer, varían, según el país evaluado, entre el 2% al 26% de casos. El 57% lo hizo cuando era adolescente. Entre las motivaciones para cometer una violación están la oposición a los derechos sexuales, la diversión o el ejercer un castigo. También se destaca como coadyuvantes, el alcohol, la pobreza, historial de victimización en infancia y adolescencia, promoción de la masculinidad y la heterosexualidad, dominio sobre la mujer. Lo curioso es que solo un 2% de los entrevistados que han violado fueron condenados, por tanto existiría una tolerancia social a esta problemática.

El acoso y abuso sexual en Ecuador llegan a 2 mil denuncias judiciales por año, con una tasa que va entre 9 a 565 casos por mil habitantes (0,9 a 56%). Pero las cifras reales afirman que 1 de cada 3 personas sufren de acoso o abuso. En el país, las violaciones representan el 11,24 por 100 mil habitantes. La violencia de género afecta a 6 de cada 10 mujeres y más en el área urbana que rural. La falta de denuncia llega al 72%. Existieron 151 femicidios en 2017, siendo la tasa por 100 mil y dependiendo de la provincia, entre 0,72 a 3,3. Las razones que han sido expuestas se relacionan con conflictos sentimentales, maltrato, violencia comunitaria, riñas, actos de odio. En la mayoría de los casos el agresor es la pareja. La penalización llega a algo más del 1% (https://goo.gl/tNST1R; https://goo.gl/AzkHsT).

Se puede pensar en otros factores que desencadenan acoso, violación o femicidios, pero los nombrados son un buen intento por explicar lo que ocurre o responder preguntas que inquietan: ¿Por qué hay hombres violadores? ¿Cometen estos delitos más los jóvenes que los adultos? ¿Estos actos ocurren en todas las sociedades? La respuesta es muy compleja y muchos especialistas en el mundo lo han tratado de explicar con limitado éxito.

Otras cifras son impactantes, así: 45% de violadores reconocen haber violado a más de una mujer. Esto significa que cualquier plan de control y prevención de estos delitos debe pasar por entender la psicología y motivación de los agresores. En este subgrupo de perpetradores de delitos muchos fueron inicialmente víctimas antes de iniciarse como agresores.

Además, se establece una diferencia entre violencia sexual y física, pues existe el mito de que la violación implica violencia física; sin embargo, el 70% de violaciones se da en el domicilio de la víctima sin que se presente daño corporal evidente pues ocurre por miedo, amenazas, retaliaciones, engaños. De igual manera, el mito de los gritos o pedidas de auxilio no es tan real, dado que hasta en un 70% las mujeres violadas entran en el llamado “estado de inmovilidad tónica” (paralizadas), con efectos post traumáticos severos.

Las campañas de prevención de estos delitos deben pasar por evaluar y entender bien al agresor y a las víctimas. La mayoría de víctimas son menores de 15 años; muy pocas de 35 o más. Mujeres con deficiencias mentales sufren violaciones en una proporción de cinco veces más que otras víctimas y hay hombres con retardo mental que en un 12% han sido abusados. El efecto de los delitos sexuales, sobre todo el de violación, es tremendo: existe un 3% de suicidios.

Los hechos confirman la necesidad de planificar acciones de prevención, pero sobre todo, surgidas de los datos científicos. Las cifras muestran que los problemas sociales agudos, la discriminación, la violencia social, la falta de educación, las limitadas oportunidades sociales, la falta de servicios y los ambientes violentos o desfavorables, son el terreno propicio para que se generen agresores y perpetradores de delitos, no solo sexuales. Por tanto, los planes de control del acoso, las violaciones y el femicidio, deben sustentarse en planes que incluyan metas hacia sociedades más equitativas, inclusivas, con mejor repartición de riqueza, con educación en la reciprocidad social e individual, con servicios de salud competentes, con derechos reproductivos justos, posibilidad de interrupción de embarazos, con conciencia sobre el respeto a la privacidad, con perspectiva de combate a prejuicios, mitos, religiosidad intransigente y evitar el juzgar o menospreciar a las víctimas.

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